LA MUERTE DEL LECHERO

Por: Galo Santillán Paredes
23 enero 2020
 

Había pasado tantas lunas desde que el taita gruñón había castigado a Gualtaquí y a Nina Pacha a ser árbol y laguna. A Gualtaquí más, por ser este el causante de la desobediencia al jerarca milenario.  El viejo monte bramaba cada luna llena el haber sido derrotado sin su ofrenda y, de vez en cuando botaba alientos de ira convertidos en lava y humo. Con los siglos se apaciguó en el letargo de la ancianidad y vio que el árbol en verano batía sus brazos en respuesta al coqueteo turquesa del oleaje de la laguna con espíritu de mujer amada. El Imbabura se conmovió con ese amor perenne y con la devoción que árbol y laguna le profesaban pese a lo gruñón y, entonces se convirtió en su protector. Desde su altura miraba a sus hijos convertidos en árbol y laguna, Guatalquí solitario e imponente en la cima del Pucará se mantenía vigoroso y su hija amada en transparente laguna que, en noches de luna llena, se enjoyaba de estrellas y luceros.

Pasaron los años y los siglos y la gente de la comarca vio en ellos a sus referentes de amor y lealtad. Los jóvenes subían al Lechero a jurarse amor eterno alcahueteados por Guatalquí y Nina Pacha. Los ancianos acudían para hacer las rogativas y llamar la tamia en las largas sequias…  Las madres que no pudieron ser madres, subían a acunar en la tierra tibia, a los pies del lechero, a los niños que no nacieron y se convertían en kintis o en ángeles andinos.

Así pasaron muchas generaciones en la comarca. El tiempo y los años fueron cambiando el espíritu de los hombres que se iban olvidando de sus raíces: comenzaron a dividirse, a sentir envidia los unos de los otros, algunos a renegar de su pelo, de su lengua, de su poncho a irrespetar a la tierra. El veterano cerro miraba cada vez más entristecido, Guatalquí agitaba sus brazos al aire anunciando una tragedia que para la comunidad pasaba inadvertida. Nina Pacha rara vez se adornaba de estrellas y luceros en las noches de luna... El Dios Inti comenzó a encolerizar.

Una mañana el cielo amaneció radiante, el Inti desde el firmamento enviaba con furia su calor y desde la misma cima canosa del Imbabura y como castigo a los hombres ingratos, comenzó a arreciar con el viento cada vez más furioso. En su rabia iba levantado la tierra de las sementeras, las plantas, los tejados de las casas más pequeñas… a agitar el manto líquido de Nina Pacha que asustada, contorneaba sus aguas en olas inquietas.

Guatalquí debilitado comenzó a levantar sus brazos para proteger a los comuneros y a su amada y enfrentó al enfurecido viento comenzando una desigual pero titánica lucha…El viento rugía enfurecido, Gualtaquí en su firmeza detenía esa furia vengativa… finalmente, en un último arrebato de fuerza, el viento tumbó al milenario amante ante la mirada estupefacta de los comuneros  que desde los bajos del Pucará observaron la lucha de los dos colosos y  vieron caer al árbol amado y protector de los niños no nacidos….El viento dejó de soplar como dándose cuenta que hizo algo irremediable y huyó cobardemente dejando quietud y un silencio sepulcral…Los comuneros corrieron a la cima del Pucará …. Trataron de levantar a Guatalquí, pero el peso de sus siglos hizo imposible la tarea.

Nina Pacha, que había contemplado aterrorizada el desenlace, sumida en una tristeza infinita, empezó a llorar la ausencia de su amado que le había cuidado y protegido toda la vida… En la cima del Pucará los hombres comenzaron a escuchar, en el sonido de las olas de la laguna, el llanto de una mujer.

Atónitos los comuneros se acercaron a abrazar las ramas caídas de Guatalquí y vieron que, de su tronco vencido, el árbol lloraba sus lágrimas de leche… 

 

Portada: El Lechero
El árbol amado que acunó nuestros sueños en la niñez y nuestros amores adolescentes…
 
Fotografía: César Cotacachi

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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