Recopilación: Dorys Rueda

Laurent Binet (París,1972): escritor francés,  ganador del Premio Goncourt.

HHhH es una novela histórica que se ambienta alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Dos miembros de la Resistencia aterrizan en paracaídas en Praga para dar muerte a Reinhard Heydrich, jefe de la Gestapo, pero son delatados y emboscados por los hombres de SS. Ante esta situación optan por suicidarse.

 ENTREVISTA A LAURENT BINET

Por:  José A. Muñoz

Llevamos una temporada repleta de curioso título (es el acrónimo de “Himmlers Hirn heisst Heydrich” -”El cerebro de Himmler se llama Heydrich”) que acaba de publicar Seix Barral y que obtuvo el año pasado el Premio Goncourt a la mejor primera novela. En ella, Laurent Binet desvela la gestación, en 1942, de la “Operación Antropoide” con el objetivo de asesinar en Praga a Reynhard Heydrich, jefe de la Gestapo e impulsor de la denominada “Solución final”, el plan para exterminar a los judíos durante la II Guerra Mundial. El checo Jan Kubiš y el eslovaco Jozef Gabčík fueron los seleccionados por la Dirección de Operaciones Especiales de Churchill para llevar a cabo la misión. Tras cometer el atentado, en un primer término fallido pero que acabó con la vida de Heydrich debido a las heridas provocadas, llevó a terribles represalias, iniciándose una serie de ataques de los alemanes que alertaron al resto de naciones sobre la barbarie nazi, acelerando el proceso para acabar con Hitler.

Binet, profesor de Literatura y crítico, nos brinda la posibilidad de conocer los hechos pero, también, adentrarnos en el proceso de la creación literaria. HHhH es, en ese sentido, un libro sobre la escritura, un ensayo que desvela los secretos y las técnicas que hacen posible armar una novela de corte histórico, repleto de referencias culturales y de reflexiones acerca de lo que representa recrear la verdad sin recurrir a la ficción.

Desgraciadamente, en el corto espacio que se nos ofrece para hablar con él, no podemos abordar más que una pequeña parte de las inquietudes que despierta su obra. Pero creo que servirá para animar a conocerla.

Se hace difícil preguntarte cualquier cosa sobre la gestación del libro, porque está todo ahí, basta con leerlo.

Sí, no es fácil para los periodistas.

HHhH es un desnudo integral del escritor, con sus dudas, sus técnicas…

Asumí el riesgo. Tenía que interrumpir constantemente la acción, mostrando mi trabajo y cómo iba desarrollando la novela, pero como lector era algo que siempre me había interesado. La gente tiene interés en los making of de cine y de reportajes, ¿por qué no lo van a tener respecto a una novela? Lo que he hecho es integrar ese “cómo se hizo” a la narración. Hay muchos referentes que me gustan. ¿Conoces Looking for Richard, de Al Pacino?

Sí, sobre el montaje de una función del Ricardo III de Shakespeare.

Hay gente que me ha preguntado si yo había inventado este género, cosa que me halaga, pero ni por asomo. Hay uno muy próximo a mi obra, que es Maus, de Spiegelman, donde podemos ver al autor discutiendo con su padre sobre la memoria.

¿En qué momento te planteaste escribirla, no solo como una novelización de la “Operación Antropoide”, sino también como un relato del propio proceso de escritura?

No lo había meditado previamente, pero surgió desde la primera página. Me encontré con la problemática de cómo explicar una historia totalmente verídica y pensé interesante invitar al lector a formar parte de mis reflexiones respecto a esos dilemas que fueron surgiendo.

De hecho, al principio del libro, hay una reflexión de Kundera sobre la creación de personajes y, en base a esas ideas, el libro expone de manera crítica las libertades y licencias que se permiten los autores de novela histórica.

Totalmente. He leído muchas novelas históricas que me han gustado, pero la mayoría asumen como modelo las formas marcadas por Alejandro Dumas, quien tomaba una base histórica rellenando los agujeros con la ficción. Considero que se noveliza tanto en el género histórico que quise ofrecer una alternativa. Me parece perezoso cubrir los hechos o detalles que no se conocen inventándose cosas y tergiversándolo todo, a veces con hechos totalmente imposibles.

El planteamiento, como decías antes, no es nuevo, pero sí me parece poco común que sea a través de tus reflexiones sobre la creación literaria como el lector va conformando la historia que pretendes narrar.

Me apetecía que el lector participara. Concebía el libro como una conversación con él.

El nivel de autocontrol para no intercalar ficción y buscando la veracidad habrá sido agotador. Incluso tu pareja, en un momento del libro, te reprocha que te estés inventando algún detalle.

La tentación estaba siempre presente, el libro es una lucha constante contra la novelización haciendo uso de invenciones. A veces cedo y, aunque debí eliminar esas partes imaginadas, he preferido dejarlas porque nutren la discusión sobre la novela histórica. Lectores como Natacha permiten que esos pasajes no invadan el texto, estaba alerta a cualquier libertad que pudiera escapárseme de las manos.

Todos sentimos atracción por los malvados. Como en la mayoría de historias, llegaste a Heydrich a través de los héroes. ¿Te atraía más la trama de los paracaidistas que atentaron contra el líder de la Gestapo?

Sí, el punto de partida era la “Operación Antropoide” y el acto heroico de resistencia. Entonces vi que había una historia detrás del atentado, que era la de Heydrich. No estaba previsto, pero la primera parte de la novela consistía básicamente en esto.

¿Lo que más te interesaba narrar era el asedio en la iglesia?

Las dos escenas por las que el libro se va desarrollando son las del atentado y la del asedio en la cripta. Son trescientas páginas que van preparando al lector para ellas. Se trata de escenas de acción y quería narrarlas como tales. Siento un poco de piedad por los lectores cuando pienso que tienen que esperar tanto. Lleno el libro de reflexiones hasta llegar a esos grandes momentos que son puramente narrativos.

Los diez años dedicados al libro te habrán deparado muchas sorpresas. ¿Qué fue lo que más te sorprendió de Heydrich?

Lo que más me impresionó de toda la investigación fue contemplar las huellas de la lucha que permanecen intactas en la cripta.  No siento esa fascinación que decías antes hacia el mal. Más que su dimensión maléfica lo que me sorprendió de Heydrich fue su eficacia en muchos aspectos. Tiene un lado muy novelesco, era un gran violinista, practicaba la esgrima, pero su fuerte era la burocracia. Era un policía de raza. Leyendo la biografía de Joseph Fouché que escribió Zweig encontré ciertos paralelismos entre el político francés y el oficial alemán. Si Fouché hubiera estado en el Tercer Reich sería como Heydrich, al igual que si éste hubiera formado parte del imperio napoleónico tendría las mismas cualidades que Fouché.

El de documentación es un trabajo que nunca se acaba. Cuando se hace sobre hechos históricos siempre aparece información una vez publicado el libro.

Lo sé, cuando acabé me quedé con la sensación de que era una historia que no acababa. Muchos lectores me han escrito ofreciéndome información y anécdotas familiares, lo que me parece desconcertante. Un señor de Londres me escribió diciéndome que había conocido a una amante de Heydrich y que ella le había dado la acreditación con la que había ido a los Juegos Olímpicos de Berlín para acompañarle. Me da pena no poder incluir algunas cosas de las que me he enterado posteriormente pero, por otra parte, si no lo hubiera publicado no habría conseguido ese otro material facilitado por quienes lo han leído. En cualquier caso, no considero que HHhH sea el libro definitivo sobre este episodio de la Historia, aparecerán muchos más, espero.

Comentas en algún pasaje sobre las novelas históricas que no te gustan los diálogos. ¿Has procurado no incluir muchos en HHhH por eso, o es que tampoco te gusta escribirlos?

Es un asunto complicado. Considero que es lo más difícil para un novelista y me resulta casi imposible encontrar buenos diálogos. Yo mismo soy incapaz de hacerlos. Sin embargo mi proxima novela será muy dialogada, así que tendré que empezar a aprender. Me gusta mucho cómo los escribe Bret Easton Ellis, son magníficos. Le he releído para intentar encontrar el secreto y no lo he conseguido. Llegué a preguntárselo en una entrevista pero no quiso revelarlo.

Quizás debería escribir un libro como el tuyo.

No creo que lo haga (risas). Para mi novela, los diálogos eran una forma de recreación a la que me negaba, prefería mostrar la documentación en bruto. Incluso incluir un testimonio que se explique mediante diálogo me parece artificial porque, aun estando su declaración grabada en audio o vídeo,  siempre se recrea y se cambian detalles…

Imagen  portada: Laurent Binet

 LA ÉTICA DE LA LITERATURA
"HHhH", DE LAURENT BINET
Por: Jordi Corominas i Julián

Adolf Hitler frunció el ceño al enterarse: el invierno frenaba el avance de sus tropas a escasos kilómetros de Moscú. Soltó un discurso de media hora, se rascó el mentón y, sin mirar ni un solo instante el rostro de sus generales, decidió llamar por teléfono para que le prepararan los perros. Quería dar un paseo. No le importaba el frío imperante en Berlín. Necesitaba airearse y ordenar sus pensamientos antes de acometer un golpe decisivo. El Tercer Reich no perdería la batalla de su destino.

Si fuera Laurent Binet analizaría el fragmento que abre este artículo y lo desmenuzaría hasta dejarlo en nada. ¿Cómo sabemos que el Führer se rascaba el mentón? ¿De verdad llamó por teléfono? ¿No lo hicieron sus secretarias? ¿Usó botas negras mientras reflexionaba sobre la futura capital de Europa o se olvidó de la elegancia y calzó alpargatas regionales? ¿De verdad amaba tanto a sus mastines? Alguno dirá, y no se lo reprocharemos, que le importan un bledo todos esos detalles. El autor de HHhH, el cerebro de Himmler se llama Heydrich, ha optado por dar un paso al frente con un libro que no es ficción ni ensayo. El manuscrito pretende rendir cuentas desde una doble vertiente basada en lo personal y en lo histórico. Si analizamos algunas de sus premisas comprobaremos que el volumen, premio Goncourt de primera novela, constituye una expiación de la curiosidad por un episodio concreto que generó muchas preguntas en un joven que viajó hasta Eslovaquia en los años noventa para dar clases de francés en una academia militar. El atentado de mayo de 1942 contra el hombre más peligroso del nazismo fue un revulsivo que indicaba el camino de la resistencia. Pero vean, quien escribe ama estudiar tan apasionante período y desconocía que el jefe de la Gestapo no falleció al instante. Venga hombre, ya nos has chafado la trama. Empecemos con lo que debemos cambiar. Si es Historia hay guión, aunque ya está escrito porque los hechos que se cuentan acaecieron hace siete décadas. Están en los manuales, pueden abrir Wikipedia y tendrán a su alcance toda la información del manuscrito editado en España por Seix Barral.

¿Y bien? Binet se contradice en algunas de sus declaraciones pese a hilar muy fino en el contenido de su ambicioso proyecto. Dice que el cine y las series han alterado el modo de narrar. En 1960 el séptimo arte se nutrió de la herencia letrada del primer Novecientos y asistimos al milagro de Antonioni, Godard y otras bestias que revolucionaron el cotarro. Medio siglo después es indudable que los mecanismos, disculpen el pareado, no son los mismos, pero pretender con tanta facilidad que debemos virar el rumbo a partir de una ecuación tan simple es algo absurdo, entre otras cosas porque el fragmento, los planos cortos, la ausencia del fundido en negro o un ritmo cortante no nacieron ayer. Si miramos atrás hay que hacerlo con todas las consecuencias. Me cabrea la afirmación del francés porque en HHhH se combate una impostura basada en un mal de nuestra época. Naturalmente en ella incide el modo de narrar y la mentalidad favorable a la síntesis por encima de todas las cosas, que ha dado al universo de la novela histórica unas coordenadas donde lo real se pervierte hasta devenir irreconocible. Notorios son los casos, sobre todo si versan sobre capítulos truculentos, que dan mucho juego y exacerban la imaginación sin límites para enhebrar textos donde lo morboso y el impacto, reminiscencia del best-seller, consiguen enganchar al lector.

La manipulación de datos contrastados es ya un clásico de nuestra centuria. Binet no destruye el edificio. Muestra su falsedad mediante el uso de la misma operación al revés. ¿Quieren ser Dios? Yo lo seré con sinceridad y diversión, pues a todos nos gusta sentarnos al lado de una hoguera y proceder al lento fuego de llenar los oídos con un buen cuento que se empape de lo personal. La operación HHhH desmonta lo convencional de cualquier ensayo al prescindir de las notas al pie y ejecutar la melodía de la incertidumbre en progreso del propio creador, que así se asegura nuestra empatía al darnos la mano y conducirnos a su terreno. Aprendemos los pasos de su investigación y leemos con sumo placer sus educadas diatribas contra sus predecesores fílmicos y narrativos, de lo que consigue teselas que complementarán su reto. El asesinato de Heydrich, un no tan mediocre personaje que supo comprender la importancia de la información desde un sentido burocrático con instinto criminal, fascina como lo hacen todas las muertes políticas, de César a Kennedy, de Cánovas del Castillo a Salvador Allende. El ingrediente extra radica en el nazismo y su formidable capacidad de configurarse en demonio de demonios sin parangón a lo largo di quello che si usa chiamare la Storia. Imantados por la wagneriana apoteosis de una Germania que se traicionó a si misma caemos en las redes encantados, a lo que contribuye, además del tono familiar, lo breve de las partes y la alternancia entre tramos que adoptan las herramientas propias de la ficción y pasajes científicos sin mácula que enmarcan el contexto partiendo desde la Edad Media, la formación del alma de un pueblo es importante, hasta alcanzar el Pacto de Múnich, la anexión de los Sudetes, las maniobras nacionalsocialistas y la génesis, auge y debacle del máximo protagonista Heydrich, quien tendrá en la sombra varios oponentes románticos ocupados en terminar con su siembra de genocidio y cálculos matemáticos para que el último suspiro fuera industrial: sus asesinos o el amor a la patria y la libertad.

Para quienes amen la Historia el libro será un caudal inconmensurable con mil conexiones con las que podríamos esbozar un mapa de Europa físico y mental entre colaboracionismo, ceguera en tiempos de crisis y perdones interesados. Binet es profesor de esta materia en París y sabe muy bien de lo que habla. Puede que este cansancio académico  haya repercutido muy directamente en la forma dada a su obra. Lo repetiré una y mil veces. La Historia no es aburrida, pero ello no implica que debamos prostituirla con narraciones donde si apartas lo auténtico a un lado y lo fantástico en otro percibes que lo segundo prevalece. HHhH es un aviso más que un monumento, una advertencia más que un pilar indestructible. Su enseñanza, su mensaje, es un grito a ser coherentes y frescos, a no anquilosar lo ensayístico con petulancia y a evitar el viva la virgen cuando se trata de novelar lo pretérito. Quizá sea atrevido afirmarlo porque falta perspectiva: sobrevivirá porque propugna una ética que aparque la frivolidad que nos condujo al lamentable estado en que nos hallamos, y lo hace hablándonos de otra era con ciertos parecidos a la que padecemos. Y eso es ser inteligente.

 Revista letras
 Diario de lector
DE QUÉ TRATA UN LIBRO

Por: Gabriela Urruti

El lector que escribe un diario se mete con un narrador que no para de hablarle. Que a cada paso de su narración lo interpela, le cuenta sus problemas, le pregunta qué le parece. Un narrador que no lo deja en paz, que cuando menos se lo espera salta desde la historia que narra y se planta frente al lector con una cuestión relativa a una película que vio o a un libro que apareció a último momento para aportar un dato nuevo. Un narrador que a cada rato insiste en la veracidad y en la investigación y en el método historiográfico y no duda en transcribir los diálogos con su novia sobre la fiesta de casamiento a la que debería ir y no va.

Un narrador que cuenta un episodio de terrible importancia en la historia política de Europa –el atentado contra Reinhardt Heyndrich, el carnicero de Praga, la bestia rubia del nazismo- y la organización de la masacre de millones de judíos, sin sacarle el cuerpo. Al contrario, metiéndose en ellos de una manera excepcional. Admirable.

El lector que escribe un diario lee HHhH de Laurent Binet. Una más sobre el nazismo, piensa cuando solo ha visto la tapa: un desfile de tropas en blanco y negro, portando estandartes con la cruz gamada en rojo furioso. Negro y rojo. El montaje incluye dos paracaidistas con el mismo juego de color. Rojo y negro. Obvio.

Pero no es una más sobre el nazismo: es una historia contada en el siglo XXI y desde el siglo XXI, con un movimiento de ida y repliegue, hacia y desde 1943.

Pero también una historia de amor entre un francés y la ciudad de Praga. Y también un texto sobre cómo se escribe una novela histórica. Y unos buenos fragmentos de crítica literaria y de cine. Y…

El lector que escribe un diario relee y re-piensa. Binet narra una obsesión: la de saber lo que pasó en Praga, cuando un checo y un eslovaco volvieron desde Londres para matar a Heyndrich. Busca en la reconstrucción de la época, en la investigación llevada hasta el absurdo, en la escritura tensada hablar de sí hablando de otros.  Hablar de cosas importantes como el valor, el coraje, la heroicidad, la resistencia. Y también de la violencia, de la mezquindad, de la traición, del sadismo. (Todo esto, sin una palabra de más, dicho sea de paso). Pero también de otras cosas que no parecerían, en principio, estar a la altura de aquellas.

El lector que escribe un diario nota cómo se mezclan las evaluaciones sobre la escena de una película con la cita de un artículo sobre los experimentos de vivisección en 74 jóvenes reclusos en un campo de concentración. Suena obsceno, escrito así, siquiera pensar en mezclar cosas de categorías tan diferentes. Pero no lo es: es la forma, piensa el lector que escribe un diario, en la que la vida se nos va dando. Y el narrador de HHhH narra su vida, de la que no puede separarse el relato de 1943.

El lector que escribe un diario se ha detenido antes de poner la fecha: pensaba escribir “que no vivió”. Pero, a tiempo, se ha dado cuenta del error: ¿cómo que no lo ha vivido? ¿Si no, cómo se entiende que el combate final esté contado a modo de diario que comienza “Hoy estamos a 27 de mayo de 2008” y termina “18 de junio de 2008”, con la frase “Es mediodía, han hecho falta casi ocho horas y ochocientos SS para acabar con siete hombres”?

¿Qué es eso de las fechas y los tiempos?, sonríe para sí mientras escribe esto el lector que escribe un diario, otro, distinto.

Y es el tiempo lo que maneja Binet con una maestría que asombra. Vaya el final de muestra para ello. Todo se ralenta, se detiene, en el segundo de la consumación del atentado. Todo se precipita en el ritmo frenético de la huida y la persecución. Miles de letras para narrar un segundo; cuatro palabras para narrar muchas cosas.

Por eso, el lector que escribe un diario relee lo que ha escrito antes y vuelve a preguntarse de qué trata el libro. Del tiempo, claro. Como casi todo.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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