Recopilación: Dorys Rueda

Carlos Ríos (1967), poeta y novelista argentino, es autor de varios libros de poesía: Media romana (2001), La salud de W.R. (2005) y La recepción de una forma (2006). También, ha escrito la novela  Manigua, publicada  en  el 2009.

 MANIGUA

Por:  Martín Bentancor

Manigua es la historia de un viaje pero también de la reconstrucción de ese viaje que, muchos años después, realiza el viajero para un único oyente. Manigua es una conversación entre dos hermanos –el mayor que habla y hace fluir el relato con saltos en el tiempo y en la memoria, el menor que agoniza y escucha- cargada de ambientes oníricos que se vuelven palpables y de sitios concretos que se difuminan en el recuerdo, la pesadilla y el silencio. "Manigua" es, entre las varias acepciones que del término ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, citado por el autor al inicio, la “abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada”.

Ambientada en una perdida región de África, donde ocurren prodigios como una cabeza de fósil obstaculizando el pasaje de un ómnibus o un puerto confeccionado con plástico y cartón que comunica al país con el mar, Manigua es una suerte de road movie caliginosa y alucinada.

La primera novela de Carlos Ríos, nacido en Santa Teresita, Argentina, en 1967, delata el oficio de poeta del autor (un poema suyo puede leerse dos post más abajo), oficio que se hace evidente en el ritmo de la prosa, en la descripción de los entornos que atraviesa el protagonista y en la cadencia que sostiene la trama, eje sobre el que se basa el gran poder de este pequeño –por sus páginas, se entiende- libro.

“En la mano de su hermano, en las diabéticas recensiones dactilares, en cada hueso a punto de traspasar la piel, Apolón sintió cómo el proyecto de una comunidad retrocedía, se hacía polvo, se iba irremediablemente a la mierda, un retroceso semejante al del mar frente a la ciudad en donde habían nacido. Así lo contó Apolón. Tomé la mano de mi hermano y la besé y en ella acaricié con mi lengua el reflujo de la historia, no un pasado en común o una textura, lo que sorbí en el cuero de mi hermano fue la piel que dejaría de envolverme en mis próximos años de sobreviviente.

Asunto Literario
  DIARIO DE LECTOR
EL TIEMPO OSCILA

Por: Gabriela Urruti


El lector que escribe un diario retoma el “continuará” de la semana anterior, cuando pensó en las lecturas de verano y la relación inversamente proporcional entre espacio y tiempo.

Manigua, de Carlos Ríos, ha sido otra de sus lecturas de verano. Una obra que lleva un subtítulo: “novela swahili”. Cosa rara, piensa el lector que escribe un diario, lo de “swahili” en un escritor argentino. Una novela en la que buena parte de la historia pasa por una vaca. El lector que escribe un diario gusta de las asociaciones y recuerda la vaca que Oliverio Girondo convierte en una suerte de símbolo de la madre tierra vernácula, eje de una búsqueda en medio de una nada que ladra. ¿Qué tiene que ver una vaca con la otra?

 En la novela de Ríos la vaca se trasladada a un territorio fantasmal donde oscila el tiempo. Hay cuestiones que ubican al lector que escribe un diario en esa temporalidad pre-presente con la que el lector que escribe un diario hoy y aquí suele imaginar el mundo africano que sólo conoce a través de pantallas y relatos. Clanes que enuncian mandatos crudelísimos, viajes polvorientos en micros atestados donde morir es cosa más propia de la gente que de las moscas, masas desaforadas en masacres feroces. También es de este tiempo pre-presente la estructura del relato: un héroe que recibe una orden paterna, que genésicamente adquiere una nueva identidad a partir de un nuevo bautismo, y que inicia un camino homérico en busca de –precisamente- una vaca. Un relato de los tiempos en que las historias se contaban, no se escribían, como hace el protagonista junto a la cama de su hermano moribundo.

Pero además hay otras cuestiones que llevan al lector a un tiempo posterior, posterior quizás a la catástrofe apocalíptica que habita en tantas historias leídas e imaginadas. Un tiempo que está marcado por el plástico, frente a la tierra y a lo que ella esconde, como un resto arqueológico (también). Y en esa misma dirección –del presente hacia adelante, o más delante de la oralidad primaria- también está el modo del relato, que se enuncia novela pero también informe para un antropólogo inglés filmado para National Geographic. La puesta en escena –para la televisión, básicamente- se revela como el modo de narrar propio de otros tiempos, aunque el lector que escribe un diario lo percibe como una especie de vuelta a la expectación con muchos puntos en común con el narrar en torno del fogón o, como en este caso, a punto de cruzar la línea hacia la muerte e irse, como reclama el hermano, más o menos liviano al otro mundo.

Una novela que se desenvuelve en 62 breves fragmentos que oscilan en el tiempo como suele oscilar la conciencia en el sopor de la enfermedad del hermano que va y viene en su cesta de mimbre, antes de morir. El lector copia un fragmento, que tiene el sabor de las grandes sentencias o los consejos o las órdenes morales: “El ritmo es la magia. Baila con tus palabras. Que los pies no puedan parar de moverse marcando el ritmo. Ritmo, melodía, armonía. El pájaro fugaz de la improvisación. Alguna imagen o una serie de personajes. Hasta la esquina del aliento. Secreto: excitación que debería ser siempre transferida. Punto final y elevación cuando el espíritu alcance un lugar nuevo y significativo”.

El hermano moribundo, receptor del relato que capta por allí el camarógrafo de la NG en un hospital que se revela escenario público a la vez que ámbito íntimo para el diálogo que reúna el pasado con el morir, aconseja –u ordena- cómo decir, cómo narrar.

El lector que escribe un diario retoma lo que ha escrito la última vez que abrió su diario. Y agrega: también el hermano moribundo aconseja –u ordena- cómo leer.

                                                                                                     http://gabrielaurruti.blogspot.com

 MANIGUA: PRIMERA NOVELA DE CARLOS RÍOS

 "Manigua” es el nombre de la primera novela del poeta Carlos Ríos. Gabriela Borrelli Azara entrevistó al escritor, oriundo de Santa Teresita, quien explicó que “Manigua es una voz centroamericana que significa algo cerrado, intrincado y el título se me ocurrió a partir de un poema de Gerardo Denis”.

Ríos, quien está de regreso en el país luego de 7 años en México, comentó que “ubiqué esta novela en un espacio africano, bien puede ser Kenia, para que se viera un poco más el desmantelamiento de un clan, para que se viera ese clima de pérdida, de inestabilidad y que quede justamente esa idea del mandato, esa voz autorizada que nos dice esto es lo que hay que hacer”.

Blog de la radio de la Universidad de Buenos Aires
 
   MANIGUA
Por:  Soledad Quereilhac
ADN Cultura
 

Los fragmentos de una prosa poética bien lograda van armando esquivamente dos relatos: el del viaje del joven Muthahi, rebautizado Apolón por su padre, el jefe de la tribu, en busca de una vaca para ser sacrificada el día del nacimiento de su enésimo hermano; y el relato que, años más tarde, el mismo Apolón reconstruye para su hermano menor, ya fatalmente enfermo y a la espera de la muerte en un hospital.

La labor poética de Ríos, de la que son testigos sus libros anteriores, reaparece en Manigua notablemente articulada con las formas de la novela, acaso como una manera de expandirse en la página y aprovechar la rica temporalidad de los relatos. Un mundo donde conviven lo arcaico y lo moderno surge de una prosa que indaga sin respiro, línea a línea, un amplio abanico de registros y metáforas.

 
 
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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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