PALABRAS
Y el sol de tu risa
Y mis ansias de sol
Me arrojas limosnas de tu luz
Yo te devuelvo
Palabras
Sara Vanegas Coveña
COMENTARIO
PALABRAS QUE ALCANZAN LO INDECIBLE
Desde su primer verso, este breve poema plantea una tensión entre dos formas de luz: la que se ofrece y la que se desea. La voz poética aparece como alguien que busca calor, sentido, una alegría luminosa: “Y el sol de tu risa / y mis ansias de sol”. Hay una clara distancia entre quien irradia y quien espera. El uso del “y” une esos dos mundos, pero no los equilibra.
Más adelante, la relación se vuelve más concreta y dolorosa: “Me arrojas limosnas de tu luz”. La luz deja de ser compartida; se vuelve escasa, casi humillante, como si se pidiera afecto y apenas se recibiera una migaja. Frente a esa pobreza emocional, la respuesta no es reclamo ni llanto, sino algo más íntimo: “Yo te devuelvo / palabras”. No devuelve luz ni caricias: devuelve lo que tiene. Y lo que tiene es lenguaje.
El logro de este poema no está en lo que cuenta, sino en lo que deja vibrando. Cada línea es como una grieta por donde se cuela una emoción inmensa. La condensación poética no es solo un recurso estilístico: es la única forma posible de decir lo que no puede explicarse. En apenas cinco versos se sugiere una historia completa —de amor desigual, necesidad afectiva y escritura como única respuesta posible— con una economía de lenguaje admirable. Las palabras finales, colocadas en solitario, no suenan vacías. Son una ofrenda: lo único que se puede dar cuando no queda nada más.
Por eso, al leer Palabras, algo se queda suspendido. Hay carencia, sí, pero también dignidad. La voz lírica, aunque herida, no se apaga: responde. Escribe. Y ese gesto mínimo basta para que quien lee, sin importar su historia, se reconozca. Porque a veces, las palabras no salvan, pero acompañan.