ENTRE LA PLUMA Y LA ECONOMÍA
Dorys Rueda
Era una soleada tarde de sábado cuando me dirigía a la residencia de Fernando Larrea Estrada, un apreciado amigo y destacado escritor e investigador socioeconómico, nacido en Otavalo en 1960. El aire fresco de la sierra ecuatoriana acariciaba mi rostro, impregnando el ambiente de una tranquilidad que contrastaba con la emoción que sentía. El cielo despejado y el brillo del sol realzaban la majestuosidad del paisaje, con las montañas imponentes recortándose en el horizonte y los prados verdes extendiéndose bajo el inmenso azul.
Fernando es un otavaleño que ha desarrollado una sólida trayectoria profesional. Se graduó en la Universidad Central del Ecuador y ha cursado estudios de postgrado en el área económica, tanto a nivel nacional como internacional. Esta formación académica ha sido clave en su desarrollo. Su obra y trabajo abarcan desde temas filosóficos y culturales hasta el análisis de fenómenos socioeconómicos.
Al entrar en su hogar, ubicado en el centro norte de Quito, noté de inmediato cómo el ambiente reflejaba su esencia. El espacio unía de manera natural lo moderno y lo tradicional: muebles de diseño actual se integraban con objetos familiares que evocaban sus raíces en Otavalo. En las paredes, fotografías cuidadosamente enmarcadas narraban la vida de un hombre profundamente conectado a su tierra, pero con una perspectiva abierta al mundo.
Tras una breve charla inicial, le pregunté de qué manera crecer en Otavalo había moldeado su vida y qué aspectos de su infancia habían dejado una marca profunda en su forma de ver el mundo. Fernando, reflexivo, sonrió antes de responder:
“Otavalo tiene una magia especial, una riqueza cultural que se percibe en cada rincón. Desde niño, fui parte de esa herencia ancestral casi sin darme cuenta, compartiendo el día a día con mis compañeros de escuela, muchos de ellos indígenas. Juntos disfrutábamos de la comida y, en nuestras conversaciones, se colaban palabras en quichua, haciendo que esa mezcla cultural se sintiera auténtica y natural. Aprendí a ver la diversidad como algo propio, no como algo ajeno. Comprendí que la identidad no solo se hereda, sino que se vive y se construye cada día.
El contacto con la naturaleza también fue otra parte fundamental de mi vida. Las caminatas al Imbabura, las excursiones a Mojanda y los recorridos por las faldas del Cotacachi me conectaron profundamente con los paisajes andinos. Esa experiencia me ofreció una perspectiva más amplia del mundo, una sensibilidad especial para apreciar no solo lo propio, sino también las distintas culturas y formas de vida. Me enseñó que cada cultura tiene su propia magia y sabiduría."
Cuando le pregunto si algún otro recuerdo le viene a la mente, Fernando coloca su mano bajo el mentón y, como si estuviera reviviendo una escena profundamente grabada en su memoria, responde con entusiasmo:
“Recuerdo claramente el año 1968, durante una campaña política. En esa ocasión, llegó a Otavalo Velasco Ibarra, una figura fundamental en la política ecuatoriana. Le construyeron una puerta simbólica para su entrada y lo que más me impactó fue ver a la multitud, llena de emoción y fervor, ovacionándolo. Todos querían acercarse a él, tocarlo, como si se tratara de una figura casi mítica. El discurso lo dio en el Municipio, y yo estaba allí, de la mano de mi padre y de mis hermanos. Sentir la energía de mi gente y ver cómo Otavalo vibraba con tanta intensidad fue algo inolvidable para mí.
En el ámbito literario, Fernando ha demostrado ser un prolífico escritor. Entre sus obras más destacadas se encuentra Chaguarmishqui (2016, con una segunda edición en 2019), una obra profundamente enraizada en la cultura ecuatoriana, que refleja su amor por la tierra y las tradiciones ancestrales. Modesto Larrea Jijón, Vida y Legado (2015) es un homenaje a la historia de su familia, una exploración de las raíces y valores que han moldeado su identidad. Por otro lado, Elementos del Comercio Internacional (2013) pone de manifiesto su vasta experiencia en el ámbito económico, abordando con precisión temas fundamentales del comercio global. Recientemente, en 2024, ha coescrito el libro Rincones de Otavalo: leyendas y poemas, donde ha creado poemas inspirados en los sitios emblemáticos y en las leyendas de la ciudad. Uniendo de esta manera, su talento poético con su pasión por la cultura local.
Le pregunté quién le había dado el mejor consejo en su vida. Me miró con atención antes de responder:
"Cuando terminé de escribir Elementos del Comercio Internacional, le pedí al escritor Enrique Sierra Castro que lo revisara. Sus palabras fueron muy alentadoras y me motivaron a publicar el libro, cosa que finalmente hice. Sin embargo, lo que realmente ha quedado grabado en mi memoria fueron sus palabras finales: 'Escribe todos los días, no dejes de hacerlo y nunca te divorcies de un texto.' Desde entonces, ese consejo ha sido una guía constante para mí."
Entre los próximos proyectos de Fernando se encuentra un libro de cuentos costumbristas que recoge relatos profundamente otavaleños y ecuatorianos, como "La guagua del Imbabura," "El Monigote," "El melcocha de sal" y "El taita pendejadas." Además, trabaja en un poemario y en un libro de ensayos sobre historia económica.
Pero su trabajo trasciende los libros. Como editorialista de Diario El Norte y colaborador en diversas revistas y plataformas digitales, ha abordado temas que van desde la literatura y la ética hasta el análisis económico. En cada artículo, su voz se destaca por un enfoque analítico y una comprensión profunda de los asuntos tratados. Su habilidad para conectar lo cultural con lo económico ha dado forma a una producción diversa y reflexiva, siempre invitando al lector a ver más allá de lo evidente.
Le pregunto cómo logra equilibrar su faceta de escritor con la de investigador socioeconómico. Con su característico tono reflexivo y una sonrisa amplia, esa que muestra cuando realmente disfruta de la conversación, me responde:
"Ambas disciplinas, aunque aparentemente distintas, se complementan de manera natural. La economía me ha dado herramientas para entender el funcionamiento de las sociedades y sus dinámicas, mientras que la escritura me permite expresar de manera más profunda y filosófica las reflexiones que surgen de ese análisis. No puedo separar una cosa de la otra; escribir es una forma de investigar y la investigación me da material para nutrir mis textos."
A lo largo de su carrera, Fernando ha estado vinculado a organismos internacionales y diversas instituciones públicas, además de desempeñarse como consultor en el sector privado y colaborar con gremios profesionales, lo que le ha dado una visión global y multifacética de los problemas económicos y sociales. Se autodefine como un libre pensador, comprometido con los valores de la familia, la empresa y la comunidad, y un apasionado defensor de la libertad en todas sus formas.
Al cerrar la entrevista, dedica unas palabras a su ciudad:
"Otavalo es mi raíz y mi inspiración constante. Todo lo que soy se lo debo en gran medida a esta tierra y a su gente, a sus montañas y tradiciones que llevo siempre en el corazón. Mi compromiso es seguir trabajando por el conocimiento, el respeto a nuestra cultura y el bienestar de nuestra comunidad. Aspiro a que las futuras generaciones vean en Otavalo no solo su lugar de origen, sino también un legado de libertad, identidad y dignidad que siempre nos guía y nos llena de orgullo."