Fernando Larrea Estrada
Recopilación: Dorys Rueda
Quito, Agosto 11, 2018
 

Un grupo de adolescentes, embebidos en los ánimos fiesteros, empezaron a organizarse para iniciar su activa participación en las Fiestas del Yamor en sus eventos nocturnos.

Cada uno de ellos trabajó su correspondiente permiso ante sus padres. Se facilitaba en algo esta tarea a los que tenían hermanos mayores, ya que sus progenitores les decían: -Bueno, bueno, pero darás viendo a tu hermano menor.

El permiso inicial era para salir al Pregón de Fiestas.

Todo el grupo, de no más de seis amigos, tenía su correspondiente autorización y todo aparentemente planificado: la manera de vestir, los zapatos que calzarían, un poco de “Agua Velva” para perfumarse sin autorización  de su padre o de sus hermanos mayores. Pero sobre todo, unos cuatro o cinco sucres para tomarse al menos un par de hervidos de mora para el frío.

El día viernes del Pregón, uno de los partícipes, recibió instrucciones de parte de su padre:

-Viene a visitarnos un familiar cercano con toda su familia y tu cuarto lo vamos a prestar a él. Te vas a dormir a casa de tu abuelita.

En estas circunstancias, llevó su “pijamita” a casa de su abuelita y le contó que tenía el permiso de sus padres para ir al Pregón. Situación aceptada por la señora y por sus tías. Para que cumpliera con su cometido, le dieron el cuarto cercano a la puerta de entrada de la casa, cambiaron de sábanas a la cama  y le entregaron la llave de tubo, una de aquellas de casa antigua.

Llegado el día y la hora pactada, se encontraron los seis amigos en la esquina nororiente de Parque Bolívar; lo primero que hizo el desplazado de su casa es avisar al grupo que tendría que ir a dormir en casa de su abuelita, que no iba para su casa.

La fiesta se encendió, lo pasaban muy bien con buen sentido del humor. Conversaron con algunas amigas y ellas les permitieron inclusive bailar alguna piecita musical; con otras personas conversaron animadamente. Llegó la novelería de tomarse un hervido de mora. Decían que en la esquina del parque, las señoritas Bolaños estaban brindando con mucha generosidad.

Aprovechando esta oportunidad, pues ahorrarse en la bebida era el escenario perfecto para sus bolsillos. llegaron al sitio donde ofrecían los hervidos y fueron atendidos gentilmente. Bebieron, se calentaron, se animaron, bailaron, se picaron y se embriagaron. Ellos no estaban acostumbrados a tomar en exceso, pero en bar abierto se apropiaron de la olla de hervidos, inclusive empezaron a brindar tragos a terceras personas.

Según el sexteto de amigos, pasaron hermoso. Pero llegó el momento de regresar a casa y nadie recordó que uno de ellos debía ir a dormir a casa de su abuelita, pero como estaban pasados de tragos – hervidos – ninguno se percató de aquello.

El desplazado se presentó ante sus padres y familiares de visita,  en estado alcohólico. Inocentemente, se presentó  “a inmolarse” y hasta allí nomás llegaron sus fiestas ese año. Todo a causa de la gratuidad de los hervidos de mora.

 

 
Portada: cortesía Diario Extra

 

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