Miguel Ángel Rueda
Fuente Oral : Carlos Meneses
Recopilación: Dorys Rueda
Ibarra, febrero, 2013
 
 

Esta historia, que ocurrió en 1932,  me la contó don Carlos Meneses. Sucedió una noche de verano en que se había reunido con cinco amigos que vivían relativamente cerca, en el barrio Santo Domingo de la ciudad de Ibarra.

Esa noche, al calor de la conversación, de las bromas y de un par de canciones entonadas por todos los jóvenes, se produjo un extraño silencio. Nadie comprendía qué pasaba, solo se escuchaba la respiración de todos, mientras un can aullaba lastimeramente en la calle contigua. Se miraron con asombro y decidieron que era el momento para contar historias de miedo. En efecto, el gran amigo de Carlos, Luis Chávez, empezó a relatar:

Dos meses atrás, él y su hermano Jaime quisieron gastarle una broma a la señorita Carmita, la modista de la Sánchez. Para ello, se fueron un sábado a su taller con el pretexto de que les confeccionara un pantalón. Ella les atendió gustosa, entonces los muchachos le contaron la última noticia que dizque corría por la ciudad, que un duende andaba fastidiando a las mujeres solteronas. Noticia que le dieron a la vecina Carmita, con el mayor de los respetos.

La vecina abrió los ojos de la sorpresa y empezó a temblarle el mentón. Los jóvenes notaron que la mujer experimentaba terror. Entonces, continuaron con la broma. Le dijeron que el mentado duende solía aparecerse a las 9 de la noche, vestido como payaso.

Al ver que la vecina Carmita estaba a punto de llorar, le dijeron que iban a convertirse en sus guardianes desde esa noche y que cuidarían no solo su casa, sino todas las de la cuadra. Pero le aconsejaron que no abriera la puerta por nada del mundo, a no ser que fueran ellos para avisarle si el duende payaso estaba por los alrededores. Doña Carmita accedió en el acto.

Después de la visita, el mismo sábado en la noche, los hermanos prepararon el disfraz de payaso para Jaime, que iba a personificar al duende. Ensayaron el hablado chillón que suponían que tenía ese ser y sobre todo, cómo debía caminar. Todo estuvo listo para el siguiente día.

A la mañana del domingo, la señorita Carmita se fue a misa de 7 a la iglesia “La Merced”. Los hermanos vieron cómo regresaba a su casa y se encerraba con doble llave. Al caer la tarde, Luis ayudó a su hermano a disfrazarse de payaso, sin que sus padres ni su hermana sospecharan nada.

Salieron los jóvenes a la modistería, cinco minutos antes de las 9 de la noche y mientras Luis se escondía, Jaime, vestido de duende payaso, golpeaba la puerta de la casa de Carmita varias veces. Al no recibir respuesta, implementó el plan B: gritó a todo pulmón que era el hermano Chávez. Sin embargo, la puerta no se abrió y el silencio se tornó cada vez más profundo.

Esperó 15 minutos, 20 minutos, pero la situación era la misma. Al cabo de 30 minutos, el duende payaso estaba ya desilusionado. Se quitó el disfraz y su hermano Luis salió de su escondite. Entonces, se abrió lentamente la puerta con un sonido tenebroso y apareció la modista, temblando de pies a cabeza. De su boca le salía un hilo de espuma blanquecina. Dio dos pasos y extendiendo los brazos dijo: Jo-ven-ci-tos, el duen-de ya se les a-de-lan-tó.  Dicho esto, Carmita cayó de bruces y los jóvenes, sin saber qué hacer, salieron despavoridos de la casa.

El lunes en la mañana, su madre les contó que el barrio estaba alborotado, porque la señorita Carmita estaba medio loca, pues en la noche del domingo, a eso de las 9, había visto a un duende vestido de payaso.

Según me contó don Carlos, cuando Luis finalizó el relato, todos guardaron un silencio sepulcral y automáticamente se pusieron de pie. Luego, a toda carrera se fueron para sus casas. El susto les duró una semana y durante meses no volvieron a ver a Luis.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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