Por:  Dorys Rueda y

Shella Sánchez
Francis Scott Key Fitzgerald
 
Nace en St. Paul Minnesota, Estados Unidos, en 1896. Su familia, ubicada en el estrato social más bajo de la clase alta,  tiene problemas económicos. El escritor, con once años, sabe del poco éxito de su progenitor y de su afición por el alcohol. Busca ante todo la aceptación social. Sin embargo, mimado por su madre, se muestra despreciativo con el resto de niños.
 
Ingresa a la universidad de Princeton, a los 17 años, decidido a triunfar, pero como es muy pequeño para el fútbol, llave de distinción social, se centra en su talento literario. Ingresa al ejército por dos años sin terminar sus estudios. En 1920, antes de su matrimonio con Zelsa Sayre, publica A este lado del paraíso, que impacta en el público. Se convierte en portavoz de una generación de postguerra, un héroe en la época del jazz. Vive en forma disoluta y se comercializa como escritor.
 
En 1920 aparece la colección de cuentos: Coquetas y filósofos. En 1922 sale a la luz: Los Bellos y los malditos. En 1924 parte con Zelma y su hija a Europa. En París frecuenta a Gertrude Stein y entabla amistad con Ernest Hemingway. En 1925 aparece El Gran Gatsby, ambientada en la casa que los Fitzgerald habían alquilado en Long Island, en 1922. Novela considerada la obra cumbre del escritor. En 1926 publica Todos los jóvenes tristes.
 
Los Fitzgerald permanecen en Europa durante 7 años y se distinguen por su autodestrucción. El problema del alcohol transforma al escritor y sus amigos se apartan de él. Zelma sufre un colapso mental y es recluida. En 1931 los Fitzgerald regresan a  Estados Unidos, pero continúan las borracheras de Scott y las recaídas de locura de su mujer.
 
En 1934 sale a la luz: Suave es la noche y en 1941, se dedica a escribir la obra: El último Magnate. En 1941, con su reputación más baja, muere de un ataque al corazón. EL último Magnate revaloriza toda su obra.}
 
Estructura y composición de la obra
 
La novela está estructurada en nueve capítulos.
 
En el primer capítulo, Nick Carraway, narrador de la obra, cuenta la historia de su vida y la razón por la que se encuentra en Long Island. La reunión con el matrimonio Buchanan y la famosa golfista Jordan Baker. El capítulo termina con una visión lejana y nocturna de un personaje denominado Jay Gatsby.
 
En el segundo capítulo, Nick Carraway comenta sobre un viaje en tren a Nueva York, en compañía de Tom Buchanan y Myrtle Wilson. Finaliza este capítulo con la fiesta de Tom y su amante.
 
El tercer capítulo alude a la visión de Nick Carraway sobre las lujosas fiestas en la mansión de Jay Gatsby. Se entabla un corto diálogo entre Nick Carraway y un desconocido que termina por ser Jay Gatsby. El capítulo concluye con una entrevista del narrador y Jordan Baker.
 
El cuarto capítulo se inicia con una larga lista de nombres y referencias personales sobre la gente que en verano acude a las suntuosas fiestas de Gatsby. Nick conoce por los labios de éste su posible origen, sus actividades y el motivo que le llevó a instalarse en Long Island. También se sabe la vida de Daisy y el efecto que produce en ella el nombre de James Gatsby.
 
En el quinto capítulo se narra el primer encuentro de Daisy con Gatsby en la casa de Nick Carraway y la visita que los primos hacen a la casa de Gatsby.
 
En el sexto capítulo se comenta sobre la verdadera procedencia de Jay Gatsby y su encuentro juvenil con un hombre llamado Dan Cody. Luego se relata la visita de los Buchanan a la casa de Gasby. Finaliza el capítulo con los recuerdos de Gatsby sobre Daisy Buchanan.
 
En el séptimo capítulo, se hace referencia a la visita de Gatsby a la casa de Tom Buchanan, a pedido de Daisy. El paseo de los Buchanan con Nick, Jordan y Gatsby a la ciudad de Nueva York. El encuentro de Tom con George B. Wilson, esposo de Myrtle. El enfrentamiento entre Gatsby y Tom por el amor de Daisy. Acaba este capítulo con la muerte de Myrtle Wilson.
 
En el octavo capítulo, Gatsby narra sus primeros encuentros con Daisy. El enamoramiento de los jóvenes y el epílogo de esta relación. El diálogo de Nick y Gatsby después de la muerte de Myrtle Wilson. La situación de George B. Wilson luego de la muerte de su esposa. Finalmente el asesinato de Gatsby el  suicidio de George B. Wilson.
 
En el capítulo noveno, se habla sobre la llegada del padre de Gatsby, Henry C. Gatz, los funerales y las últimas impresiones que tiene Nick Carraway sobre la región del Este de los Estados Unidos.
 
En esta estructura narrativa se pueden observar tres procesos diferentes de composición:
 
-Scott Fitzgerald, quien escribe la novela en su totalidad, es el creador absoluto de la historia trágica y romántica de El Gran Gatsby; es el inventor de personajes y ambientes; el hacedor del tiempo y del espacio; el compositor definitivo del mundo narrativo.
 
-Nick Carraway es el organizador, quien reúne todas las piezas para construir una historia completa. Diestro en el manejo de la información; ingenioso en el momento en que ata las confidencias personales a los comentarios o a las averiguaciones de segunda fuente. Hábil al relacionar todo con sus más vívidas experiencias.
 
-Jay Gatsby es quien crea su propio universo de ficción y se inventa a sí mismo. Se concibe como un hombre arcano, reservado y estrafalario. Fragua su mundo de ilusión para lograr el amor de una mujer.
 
Una novela de contrastes
 
Un aspecto muy marcado a lo largo de la obra es el uso del contraste, no sólo en las descripciones, sino a través del pensamiento de los personajes, sus ambiciones, su forma de vida, sus costumbres y sus intereses.
 
El escenario de los acontecimientos está a veinte millas de Nueva York, al Este, en la enorme balsa de Long Island, constituida por dos elevaciones de terreno, separados por una curvada bahía. El East Egg es el sitio exclusivo de la más alta sociedad. Se la describe como el sitio de los blancos palacetes que resplandecen la bahía. Es la región socialmente avanzada y de la que es inadmisible salir, en opinión de sus propios habitantes, como Tom y Jordan.
 
En oposición aparece West Egg, lugar en el que habita Jay Gatsby en su lujosa mansión y al lado, Nick, en una modesta casa arrendada. Hay mucha diferencia entre "el bizarro" y "siniestro" West Egg y el majestuoso East Egg.
 
En contraste al lujo de Long Island está la "tierra baldía" a medio camino de West Egg  a Nueva York. Es un valle "ceniciento", sombrío, agónico, lúgubre y solitario. Símbolo de desesperación y angustia. Es el sitio de la tragedia, el escenario de malentendidos, el lugar en que Daisy da muerte a Myrtle.
 
En completa oposición tenemos a la ciudad de Nueva York, de la que se nos muestra bastante, la Quinta Avenida, la calle 158, la estación de Pennsylvania, Madison Avenue, la Calle 59, el Central Park. La metrópoli es un constante "revoloteo de hombres, mujeres y máquinas". Hay de todo, desde "empleadillos ociosos"  hasta "siluetas tiernamente abrazados en el interior de los taxis". También hay soledad.
 
La capital represente el espacio idóneo para jóvenes emprendedores como Nick y la atmósfera turbia, sórdida y decadente que cubre a seres como Meyer Wolfsheim. Es el placer y la diversión para gente sencilla como Catherine, Myrtle o Mr. y Mrs. McKee. Justamente la fiesta en el departamento de Tom no puede ser más dispar si comparamos el ritmo febril y espectacular de las reuniones de Gatsby.
 
Desde la óptica de los personajes, Gatsby se diferencia del resto, a simple vista, por su corrección y sobriedad; por su sueño escondido. Representa la realidad hecha fantasía en contraposición a la realidad puramente objetiva.
 
Las clases sociales también están fraccionadas. Hay un grupo social respaldado por una gran fortuna. Otro, misérrimo, al que pertenecen personajes como George B. Wilson.

Estudio Introductorio, El Gran Gatsby, Colección Antares

 

  

EL LECTOR QUE ESCRIBE UN DIARIO

EL GRAN GATSBY

Por: Gabriela Urruti

 El lector que escribe un diario vuelve a disfrutar de El Gran Gatsby. A poco andar se detiene en un párrafo y lo copia:

 
“Los  ventanales blancos estaban abiertos del todo y resplandecían contra el césped verde de la parte de afuera, que parecía entrarse un poco a la casa.  La brisa soplaba a través del cuarto, haciendo elevarse hacia adentro la cortina de un lado y hacia afuera la del otro, como pálidas banderas, enroscándolas y lanzándolas hacia la escarchada cubierta de bizcocho de novia que era el techo, para después hacer rizos sobre el tapiz vino tinto, formando una sombra sobre él, como el viento al soplar sobre el mar.
 
El único objeto completamente estacionario en el cuarto era un enorme sofá en  el  que  habla  dos mujeres a flote como sobre un globo anclado”.
 
¿Qué tiene de particular este fragmento? No mucho, solo la posibilidad de pensar una estrategia del relato a partir de la cual la relectura de la novela toma un sentido distinto para el lector que escribe un diario. Las cortinas que ondean esconden, proyectan sombras y, finalmente, se corren como un telón para la aparición estelar de dos mujeres. La sutil pero persistente presencia de las cortinas decide, según el capricho de la brisa, cómo y cuándo dar paso al personaje, que es quien carga el peso de la narración.
 
La novela lleva en el título un nombre que se anticipa central, pero el primero en aparecer es Nick, el narrador. Para cuando se elevan las cortinas entre la prosaica torta de bodas del techo y la alfombra vinosa, han aparecido, además, Tom, Daisy y Jordan, pero nada de Gatsby, que es una mención que se presenta orlada de misterio. Nick recorrerá la novela descubriendo a Gatsby y el lector que escribe un diario se propone leer, entonces, “El pequeño Carraway”, la novela de Nick.
 
Nick, de casualidad, se cruza con un tipo que parece el prototipo del éxito social y termina por descubrir que nadie quiere hacerse cargo del muerto. Y él, un hombre sin demasiado brillo pero irremediablemente leal, se encarga de poner el punto final al vuelo etéreo de aquella vida.
 
Encargarse del funeral, del padre anciano, de apagar la luz cuando se termina la fiesta no es nada comparado con la otra misión de la que el bueno de Nick se hace cargo: contar la historia.
 
De esta manera, Nick Carraway se incluye en la estirpe de los Horacios, pobres sombras junto a los protagonistas, personajes acorazados tras su normalidad que pueden, en su papel de voceros, trasmitir fidedignamente la historia de tipos desajustados, desaforados, desalineados de la media. Son opacos pero no son anodinos.
 
El lector que escribe un diario busca esta palabra –anodino- en el diccionario de la RAE y copia la definición: “insignificante, ineficaz, insustancial”. Puede que parezcan insignificantes ante la tremenda solidez de los centrales, pero no son para nada insustanciales: están hechos de una sustancia contraria, que es la que constituye a los lectores comunes e, incluso, a los que escriben un diario. Lectores que tienen en la fidelidad a la historia que llevan entre manos su razón de existir.
 
Y su eficacia está precisamente en esta habilidad para descorrer las cortinas en el justo momento, para mantenerles su encantadora fluidez en medio de tortas de bodas y alfombras vinosas, y así llegar hasta el final.
 
Son los que quedan vivos para mantener viva la memoria: ofrendan su propia historia a la que les tocó contar. Dejan de ser cualquier otra cosa para pasar a ser sólo los que narrarán la vida de otro. Con el modesto desquite de una mirada levemente moralizante, asumen su papel que sólo en la comparación pierde su carácter trágico: el destino los condena al segundo plano, a la supervivencia antiheroica y a la perpetua renarración. Pierden su carne para ser una voz –una inversa Sirenita- que perpetuamente repite un momento, en esa forma de inmortalidad que inventó Morel en la isla desierta.
 
Tan cerca de la tragedia, el lector que escribe un diario piensa que estos personajes, los voceros, son trágicos porque se les ha negado la posibilidad de elegir o soñar su muerte, tal como le sucedió a Dahlman, el de El Sur.
 
Y se ve a sí mismo, en la minúscula tarea de escribir sus lecturas.

 http://gabrielaurruti.blogspot.com/

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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