Fuente oral: Alejandro Chaves Reyes
Recopilación: Clara Chaves
Transcripción: Dorys Rueda
Otavalo, enero 12, 2023
 

 

Mi padre fue don Alejandro Chaves Reyes y él, en las noches de familia, solía contarnos una historia muy peculiar, que les narraré a continuación:

Sucedió en los años 40, en la ciudad de Otavalo, cuando los eucaliptos bordeaban el pueblo,  dejando su perfume de campo en el ambiente otavaleño.  La población contaba con pocas calles empedradas y en el parque principal estaba la Iglesia de San Luis, visitada por gente piadosa que quería salvar sus almas del eterno castigo del infierno y del purgatorio.   

Precisamente esta iglesia era la preferida de doña Filomena Pérez, protagonista de la historia. Como en todo pueblo, cada habitante tenía su propio apodo y doña Filomena también tenía uno, le apodaban “La Llura Pérez”.  Era una mujer que visitaba a diario el Santuario de San Luis para elevar sus plegarias y expiar sus culpas ante el Señor de las Angustias.

No faltaba un solo día en que doña Filomena dejara de asistir al templo.  Siempre a las 4 de la tarde se le veía ir a paso apresurado, vestida toda de negro con un manto del mismo color que cubría todo su cuerpo.  Se arrodillaba frente al Cristo sacando su libro de rezos y luego de leerlo, de principio a fin, terminaba con golpes en el pecho preguntando: “¿Quién sois vos? ¿Quién soy yo?”, alargando por media hora más su visita a la iglesia.

Cabe mencionar que el templo cerraba sus puertas a las 6 de la tarde, cuando el cielo comenzaba a oscurecer. El sacristán esperaba con ansias la salida de doña Filomena, pues su presencia le impedía cerrar las puertas de la iglesia a la hora de costumbre. Muy molesto el sacristán comenzó a idear un plan para que la beata no regresara más al santuario.

Un día de esos, el sacristán puso en marcha su plan y a la hora en que doña Filomena estaba por llegar, se escondió tras del Señor de las Angustias. Esperó a que rezara sus oraciones y cuando doña Filomena, mirando fijamente al Cristo, empezó con el estribillo conocido: “¿Quién sois vos? ¿Quién soy yo?, el sacristán escondido habló con voz fuerte y ronca: “Quien haz de ser pues, la Llura Pérez nomás eres”.

Doña Filomena, sorprendida y agraviada por semejante insulto, enseguida le respondió: “¿Y vos quién te crees que eres? El Cristo de palo nomás eres”.

Así fue cómo se terminaron para siempre las visitas de doña Filomena al templo del Señor de las Angustias, para gusto del sacristán.

 

Fotografía: Marcelo Esparza Cisneros.

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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