EL TAITA IMBABURA
 
Fuente oral: Luis Ubidia
Recopilación: Dorys Rueda
Otavalo, 1985
 
Fotografía
Autor: Patricio Buitrón Aguilar
Título: El Imbabura

 

El monte Imbabura, muy grande e imponente, era un joven que vivía cerca de la ciudad de Otavalo.  Muchas veces se sentía solo y triste, porque no tenía compañía. Un día, acongojado, le pregunto al sol qué debía hacer. Este le dijo que buscara amigos y le habló de los volcanes Cayambe, Cotopaxi y Chimborazo.  El muchacho, sin perder tiempo, salió en su búsqueda y los encontró. No fue difícil localizarlos y hacerse su amigo. Desde entonces, los tres salieron por años a caminar por todo lado. El joven nunca más volvió a sentirse solo o aburrido.

Pasó el tiempo y el muchacho se dio cuenta que la gente lo miraba con respeto y eso le daba mucha alegría. Pero sentía que algo le faltaba en la vida, no sabía qué era y ese sentimiento lo compartió con sus amigos. Ellos le dijeron que había llegado el tiempo de buscar una novia. Sugirieron que visitara a un cerro hembra, de nombre Cotacachi, que vivía cerca de Otavalo. Así lo hizo el joven y una vez que la conoció, no se separó de ella nunca más.

Desde ese momento, los paseos con sus amigos Cayambe, Cotopaxi y Chimborazo quedaron en el pasado.

Con el pasar de los años, en uno de los tantos paseos que tenía con la joven Cotacachi, le comentó que los habitantes habían empezado a llamarle cariñosamente “Taita Imbabura”.   Aceptó que ya no era tan joven y que, a pesar de eso, seguía trabajando mucho. Se había convertido en el protector y guardián de la naturaleza. Cuidaba al viento, al agua y a la vegetación, para que un mal funcionamiento no afectara a la gente. Era un trabajo fuerte, de día y de noche. Un esfuerzo tal que ya había afectado a su espalda rocosa.

Una noche, el Taita Imbabura, con un ramo de flores que había tomado de los bosques, fue a visitar a Cotacachi. Cuando llegó, tomó sus manos y la miró largamente. Ya no era la jovencita que había conocido años atrás, de la cual había caído perdidamente enamorado. Era toda una mujer. Le propuso matrimonio y ella aceptó con mucho regocijo.

Ambos se abrazaron y cuando lo hicieron, la tierra tembló por segundos. Los habitantes de Otavalo y sus alrededores, al sentir el sismo, se asustaron y salieron de sus casas despavoridos.

De esta unión nació el pequeño cerro Yana Urku o Cerro negro, que fue la felicidad para la pareja. Con los años, el Taita Imbabura, ya anciano, empezó a enfermarse y a sufrir dolores de cabeza que le duraban semanas. Cotacachi, con mucho amor, para aliviar su sufrimiento, le vendaba la cabeza por largo tiempo. La gente, cuando veía que la cumbre se llenaba de nubes exclamaba: “Son los dolores de cabeza de nuestro Taita”.

Fotografía: Patricio Buitrón Aguilar
Título: Imbabura

 

 

Patricio Buitrón Aguilar

 Nació en Ambato en 1960, pero se considera un otavaleño de corazón por haber vivido siempre en Otavalo.

Cursó sus estudios primarios en la escuela Ulpiano Pérez Quiñonez en la ciudad de Otavalo, los estudios secundarios en el colegio Seminario menor San Diego, en Ibarra y los estudios superiores en Medicina y Cirugía, en la Universidad Central del Ecuador.

Tiene un postgrado en Ginecología y Obstetricia, de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Una maestría en Gerencia de Salud para el desarrollo local, obtenida en la Universidad Técnica Particular de Loja. Un diplomado en Nutrición y Salud, de la Universidad Central del Ecuador. Una maestría en Seguridad y prevención de riesgos del Trabajo, en la Universidad Técnica de Cotopaxi.

En su tiempo libre, camina con su cámara fotográfica y, al igual que un pintor o un escritor, utiliza su cámara para transmitir lo que siente, contempla, añora o evoca. Al punto que sus fotografías por sí solas, por su hermosura y la realización a la hora de tomar las fotos, se vuelven artísticas, por cómo están plasmadas las imágenes.

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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