Por:  Edison Patricio Vásquez M.
Recopilación: Dorys Rueda
Otavalo, octubre, 2020

 

En los años noventa, el Centro Artesanal "Betania" se separó de las Marianitas y pasó a funcionar por las tardes en las instalaciones de una de las decanas instituciones de Otavalo: la escuelita "Gabriela Mistral". Años después, este Centro Artesanal pasó a funcionar en lo que era la cárcel y camal municipal. Aquí tuvimos que trabajar mancomunadamente, en el tradicional prehispánico sistema de mingas: padres de familia, estudiantes y profesores. Entre los docentes, estábamos los profesores Fernando Donoso, Jamil Vargas y Patricio Vásquez; también contábamos con la ayuda del señor conserje: don José Teca. Fuimos quienes metimos mano en el derrocamiento y construcción del Colegio "Betania", que años después pasó a ser el Colegio "España" y luego, con la famosa revolución ciudadana, le integraron a la Unidad Educativa "Isaac Jesús Barrera", acabando de esta manera con la historia de esta institución.

En abril de 1995, con ocasión de celebrar el día del Maestro, en el Colegio Técnico "Betania" se realizó, como era de costumbre en este mes, un programa que contó con la presencia de los padres de familia y estudiantes, los docentes, el señor rector, los delegados de la Dirección Provincial de Educación y los delegados civiles y municipales. Después del evento formal, a los invitados se les ofreció una cena preparada por los padres de familia y los estudiantes, que consistía en fritada, habitas tiernas, choclo, melloco, tostado y queso bien partido en largos pedazos, semejantes a una tiza blanca. Manjares que se ofrecían en charoles en una mesa bien acomodada y arregladita.

La charla entre el Supervisor de Educación y un político concejal llamaba la atención de mis compañeras docentes que estaban sentadas junto a estos invitados. Al punto que ni siquiera pestañeaban por seguir el hilo de la conversación. No comían por hacerlo ni se percataban que desaparecía una que otra fritadita de sus platos. Tanta era su atención que se me ocurrió una picardía: colocar una tiza blanca entre los quesos que estaban en la bandeja. Por el color y la forma, no se notaba la diferencia entre los quesos y la tiza. De hecho, mi compañera, la profesora Marthita había pinchado ya como tres veces la tiza para servirse, sin lograrlo, por supuesto. Ante lo cual, la profesora Lucita había estallado en carcajadas sin parar de reír, ante la incomprensión y admiración de quienes no sabían qué había ocasionado tal algarabía.

Pasamos al baile con cumbia y Rumba Habana, con una que otra copita, con bromas que iban y venían. Ya cerca de la medianoche, la gente empezó a retirarse a sus casas. A Marthita le acompañamos hasta la esquina de la panamericana, pues vivía pasando el cementerio, en Imbabuela. 

Al siguiente día, nos cuenta que al pasar por el cementerio le dio mucho miedo, lo que le hizo regresar hasta la esquina de Don Pástor, que vendía radiadores y repuestos de vehículos viejos. Más tranquila, por segunda vez, intentó cruzar, pero el resultado fue el mismo: un frío y aire espeluznante le recorrió el cuerpo y le puso los nervios de punta.  Por tercera vez, se armó de coraje para cruzar, diciéndose: -" ¿Qué me sucede ?, ¿qué me pasa?, ¡años  he pasado por aquí, a cualquier hora!

Caminó vereda hacia arriba, pero al estar justo frente a la puerta del cementerio, nuevamente el pánico hizo presa de ella y bajó corriendo, se abrazó a un señor que estaba parado en la esquina, fumando un cigarrillo. El señor le preguntó qué le ocurría y le tranquilizó, ofreciéndose a acompañarla a pasar frente del cementerio, para que llegara a su casa a salvo. Una vez que cruzaron el camposanto, nuestra amiga le dijo: -"¡Qué bestia! , darme tanto miedo, nunca me había pasado esto.  ¡Qué valiente usted!, ¿no le dio miedo?” A lo que él le contestó: “No, claro que no. Solo cuando estaba vivo sentía miedo".

 

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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