Por Ruth Moya
Narrador: César Amagandi
“Esta planta se caracteriza por varios aspectos por tener manos con qué asir las cosas, por ejemplo el poncho de un campesino, la lana de una oveja, las telas fabricadas.
Las manos de aquella planta son las hojas y los brazos son las ramas, que están dirigidas dispersamente para coger con rapidez a quien pasa por su lado. La persona es detenida para entablar con ella las conversas cotidianas.
Un cierto día la Mora se puso a conversar con un campesino que estaba pasando por su lado. Le detuvo con sus manos y le preguntó:
-¿Qué haces amigo?
-Aquí estoy cazando los pájaros y los conejos.
La Mora dijo:
-Sí, hay conejos, ¡que los cuido yo! Puedes coger unos pocos.
El cazador le preguntó acerca de unos pájaros que existían cerca de esos matorrales.
La Mora respondió:
-Sí hay, pero son de otro señor. Yo no puedo decir nada de ellos porque no son míos.
En ese momento la Mora se puso a conversar acerca de los pájaros.
Esta vez dijo:
-Tengo visto cómo comen los pájaros. Ellos comen las pepitas y los granos, como arenas en el suelo.
-El picaflor se sienta sobre mí y otras aves se alimentan de lo que yo produzco. He visto chupar la miel de aquella flor a esa hermosísima avecilla que me encanta por su color y el tamaño de su cuerpecito.
Todo eso decía al señor, con quien detuvo la conversación para decir a la oveja:
-¿A dónde corres? quiero un poco de tu lana para que mis picaflores hagan su nido, debajo de mi matorral.
Esto decía, mientras, la oveja estaba con un pastor que estuvo pastando un rebaño en un prado donde había este tipo de matorrales”.