Informante oral: Darío Palacio
Recopilación: Rockson Gualinga
Transcripción: Dorys Rueda
Puyo, Fátima: 23 de noviembre, 2022
 
 

 

 

Mi nombre es Darío Palacios. Voy a contarles una historia que nos solía contar mi abuelito, cuando éramos pequeños. Sucedió hace muchos años atrás, cuando no había luz, ni televisión en el pueblo y la gente se dedicaba a la ganadería, agricultura y deporte. 

Mi abuelito vivía en su finca que estaba alejada de la ciudad, a unos 40 minutos del pueblo. Cerca de su casa había una hacienda donde vivía un vecino que le gustaba mucho tocar la guitarra todas las tardes, al punto que el sonido del instrumento se escuchaba por todo lado, de finca en finca.

Un día mis abuelitos vieron cómo un ser pequeño que llevaba una gorra grande se acercaba al vecino que tocaba la guitarra para darle otra, convenciéndole de que con el instrumento que él le daba podía tocar mejor las melodías.

Después de este encuentro, nadie volvió a ver al vecino. Este desapareció y nadie sabía dónde estaba.  Así, pasó un día y una noche, hasta que el propietario de un campo cercano, que estaba por el sector, le avisó a mi abuelito que él y tres amigos lo habían encontrado en una cueva y el responsable de todo era nada más y nada menos que el duende, un ser que rondaba en ese entonces por la zona.

Lo hallaron inconsciente y herido, lleno de pelos y piel de conejo y gallina, por lo que le llevaron a la casa para curar sus heridas.

Lo que ocurrió después fue más grave:  las personas dejaron de tocar la guitarra, al menos en el pueblito donde vivía mi abuelito, en Murialdo para dentro.

Tiempo después falleció mi abuelito.

¿Qué pasó con el vecino? Este no volvió a salir de su casa por mucho tiempo…

Así termina la historia del hombre que tocaba la guitarra y un día desapareció, porque el duende se lo llevó con él. Una historia que todavía se cuenta en el pueblito de Murialdo Fátima. La gente además dice que el duende sigue apareciéndose a las personas que tocan la guitarra, en especial a los borrachitos.

A mí también me gusta la guitarra y un fin de año fuimos a la finca de mis abuelitos. Allí toqué el instrumento con mucha alegría y cuando dejé de hacerlo, puse la guitarra en el pasillo de la casa. Cuando ya quemábamos el año viejo, escuchamos que alguien tocaba la guitarra y al oír con atención, me percaté que esas rasgadas venían de mi instrumento musical, el que había dejado en el pasillo.  Sin perder tiempo, fui a buscar la guitarra y al acercarme al sitio, vi cómo una sombra pequeña pasaba frente a mí.

 

Informante oral

Darío Palacio es un seminarista del Seminario Santa María, La Mayor. Su abuelito fue don Pedro Ramiro Castro Pullugando, quien vivió en Murialdo, Puyo.

 

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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