Cuentan que la viuda era una mujer alta, que vestía íntegramente de negro. Todos los días, a las 12 de la noche, realizaba el mismo recorrido: bajaba desde la hacienda de la Magdalena, paraba unos momentos en la esquina del cementerio y luego, caminaba lentamente, contorneándose, hasta la esquina de la iglesia de San Francisco donde se detenía. Allí, esperaba a los que habían bebido toda la noche. Cuando los divisaba, se quitaba el manto que cubría su cabellera y su rostro y les extendía los brazos de manera provocativa. Cuando los borrachos se acercaban a ella y querían besarla, se topaban con un terrorífico rostro cadavérico. Algunos se morían del susto en ese preciso momento y otros echaban espuma por la boca.
Informante:
1 Angelita Rodríguez Hidalgo (Tumbaco: 1925) reside en Otavalo desde 1952. Sus primeros recuerdos vienen del barrio Punyaro, a donde fue a vivir cuando recién se había casado. Vivió la época de esplendor de la Fuente de Punyaro, donde iba junto con su esposo, don Ángel Rueda Encalada a distraerse los días domingos. Era el lugar donde las vecinas, al caer la tarde, le contaban leyendas que habían escuchado de sus familias y de sus amigos.