Fuente oral: Ángel Rueda Encalada1
Recopilación: Dorys Rueda
 Otavalo, 1983
 

Cuenta la leyenda que una tarde, hace muchísimos años, el Jefe Político de Otavalo había viajado a Peguche por invitación de un indígena, en cuya casa se daba una fiesta, en la que había abundante bebida.

Llegó al festejo y con alegría tomó un trago, luego otro, hasta que perdió la cuenta.  Como ya se acercaba la medianoche, aunque ebrio, había resuelto retirarse para regresar a Otavalo. Se despidió de su anfitrión y de los invitados, montó su caballo con ayuda de algún samaritano y emprendió el retorno.

A las doce de la noche, cuando pasaba por la Cascada de Peguche, el caballo súbitamente se detuvo y por más que el hombre intentaba hacerlo caminar, el jamelgo se negaba. Ante esta deplorable situación, el Jefe Político pensó que lo mejor sería bajarse del caballo para examinar al animal, aunque en el intento podía caerse y salir malherido. Se arriesgó y cuando pisó tierra, agradeció al cielo. Al revisar al animal, se percató que echaba espuma como poca cosa. 

A pocos pasos, miró algo que le dejó paralizado del terror. Un hombre que no tenía cara ordenaba a unos indígenas que se formaran en fila. Cuando ya estaban listos, llamaba al primero y le decía que bajara la cabeza. Cuando el indígena lo hacía, el hombre sacaba una espada y le cortaba de un tajo. Aterrorizado, el Jefe Político vio cómo la cabeza iba a parar en el suelo. Después llamó al segundo de la fila y le hizo exactamente lo mismo que al primero. Después vino otro y luego, otro...

El hombre creyó que deliraba. Se frotó los ojos para despertar de la visión y, mientras lo hacía, se dirigió a la cascada para recoger un poco de agua con sus manos y refrescarse el rostro. Cuando intentó hacerlo, vio que del centro de la corriente aparecía el ser más repugnante del mundo, tenía dos cuernos y una cola enorme. Era quien daba la señal al verdugo, para que cercenara las cabezas de los indígenas.

En ese mismo instante, el caballo salió despavorido del lugar.  Para suerte suya, logró agarrarse del rabo del animal y ponerse bajo su vientre.  Así, llegó el Jefe Político hasta Otavalo, vivo pero muy asustado, topándose la cabeza para asegurarse de que estaba en su lugar y que no le había pasado nada, que se había salvado del demonio. El caballo, en cambio, no tuvo tanta suerte: enfermó y al día siguiente, murió.

 

 

  Informante:

Ángel Rueda Encalada (Otavalo: 1923-2015) fue un autodidacta que impulsó la modernización de la ciudad de Otavalo y logró cambios enormes para su ciudad, como la automatización de los teléfonos, la construcción del Banco de Fomento, la llegada del Banco del Pichincha, la edificación del Mercado 24 de Mayo, la construcción de la Cámara de Comercio, la reparación del templo El Jordán y la reconstrucción del Hospital San Luis. Por décadas fue benefactor de las escuelas Gabriela Mistral y José Martí. Fue fundador de varias instituciones de la ciudad, de donde desplegó su actividad a favor de la comunidad. Fue presidente de la Sociedad de Trabajadores México y del Club de Tiro y Pesca. Formó la Cámara de Comercio, trabajó para ella y fue su presidente vitalicio. (M. Esparza, presidente de la Cámara de Comercio de Otavalo, comunicación personal, julio 12, 2015).

 
 
Fotografía:  La Cascada de Peguche, Ecuador

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
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