Recopilación: Dorys Rueda

LA ESCRITORA

Agustina María Bazterrica: Argentina, 1974. Es Licenciada en Artes por la Universidad de Buenos Aires. Fue premiada en concursos literarios, entre los que se destacan: Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires Cuento Inédito 2004/5 (fallo 2011) y Primer Premio en el XXXVIII Concurso Latinoamericano de Cuento “Edmundo Valadés”, Puebla, México, 2009, entre otros. Ha publicado cuentos y poesías en antologías, revistas y diarios. También ha sido jurado en concursos de cuento. En 2013 publicó su novela “Matar a la niña”, editorial Textos Intrusos.

www.agustinabazterrica.com

 CONSTRUIR EL OTRO MUNDO

Por:  Gabriela Urruti

Cómo construir un mundo es una pregunta que suele estar detrás de las novelas. O mejor dicho, es la pregunta que suele estar detrás de las novelas y en el desvelo de los novelistas. La pregunta, además, tiene algunas dificultades cuando se trata de armar un mundo en otro mundo y más aún cuando ese otro mundo es el otro mundo. Y mucho más cuando el otro mundo que se arma es la contracara paródica y degradada del Otro Mundo oficial.

“Matar a la niña”, de Agustina Bazterrica, trabaja precisamente en la respuesta a esa pregunta. Un ángel llega al cielo y quiere bajar de él para cumplir la consigna del título. Un ángel asesino pero no vengador: “quería bajar y estrangularla y ser libre”. Un ángel que no está épicamente encadenado como Prometeo sino atado con una prosaica soga. Un ángel que descubre que el cielo es de papel pintado y gomaespuma, de peluca empiojada y alas de plástica, en el que habita un Dios inciertamente Diablo.
 
El cielo que descubre este ángel es una versión ridícula –pero no por eso menos asfixiante- de la burocracia kafkiana, con cientos de divisiones y empleados y sellos y trámites por cumplir.

A partir de estas revelaciones, el protagonista emprende una aventura escrita en el anverso de la narración heroica, ya se trate de la épica tradicional o la de los superhéroes cinematográficos. Como es de rigor, el protagonista viaja acompañado, este caso por un sanchopanza angélico, y su odisea implica un descenso a la tierra, un desencuentro del infierno, recorridas por cementerios, manicomios, hospitales y otros lugares comunes que en el itinerario de la novela pierden el sentido común y se transforman en un universo nuevo, nacido bajo el signo de la farsa.

El mundo del revés: ponerlo todo del otro lado. Esa es la operación que se desprende de las páginas de “Matar a la Niña”. Pero una revolución que se parece a la figura desangelada (¿) de un hombre con los bolsillos puestos hacia fuera, evidenciando pelusa y mugre en donde debería haber valores.

Evidenciar: “hacer patente y manifiesta la certeza de algo; probar y mostrar que no solo es cierto, sino claro”, dice el diccionario de la Real Academia. “Matar a la Niña” pone en escena una cuestión vieja como la humanidad: encontrar la verdad bajo las apariencias.

Aunque esa verdad sea precisamente tomar el cielo por asalto, ponerlo patas arriba y encontrar, al final del camino, el propio infierno personal, hecho por uno mismo.

http://gabrielaurruti.blogspot.com

MATAR A LA NIÑA
Novela de Agustina María Bazterrica
Por: Adriana Santa Cruz

Matar a la niña, sin muchos preámbulos, nos arroja a un cielo con nubes de cartón, papel maché y algodón, construido para la Niña Santa que no deja de observarlo. Esta es la propuesta de Agustina Bazterrica: un mundo al revés, una parodia que opera en varios niveles con su consiguiente inversión de valores.

A ese cielo tan particular, llega el protagonista, un crítico de arte que muere y que pronto concibe la idea de matar a la Niña Santa, la aparente culpable de este mundo de pesadilla que se sostiene como escenario para ella y su mirada. Allí habitan los ángeles con polvo blanco en sus caras, con pelucas viejas y mugrientas; descalzos y con los pies sucios por la hedionda suciedad cósmica; alimentados con el maná que le sobró a Moisés del Éxodo. Lejos de la imagen oficial, se mantienen en sus nubes gracias a una soga; son alados, aunque sus alas son de plástico duro y tienen con mal olor a causa de las plumas pegadas.

Mijail Bajtin, en La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento (escrito entre 1940 y 1946), se refiere al carnaval y a la vida carnavalesca que tiene sus leyes propias. Es esta, entonces, una vida desviada de su curso normal, una vida al revés o un mundo al revés. A partir de estas afirmaciones, surge la contraposición entre la ideología oficial y la no oficial, que deriva en otras contraposiciones: espacio público/privado, plaza/iglesia o estado, corporal/espiritual, terrenal/celestial. Desde este punto de vista, Matar a la Niña se configura como una novela carnavalesca.

Hay un cielo oficial, el del catecismo, el bíblico, el de los ángeles alados, étereos y espirituales que habitan junto a un Dios justo, omnipotente y sabio. El cielo que le toca al protagonista no se acerca ni remotamente a esa imagen; aquí los ángeles tienen las mismas necesidades y los mismos defectos que los humanos: no se bañan, pero deberían hacerlo a causa de su olor; discuten, se envidian, compiten, son vanidosos, prepotentes, tienen fobias o sufren de estrés. Este cielo, además, reproduce la organización terrenal: la burocracia es abrumadora con interminables decretos, normas, reparticiones que se multiplican a cada paso; pero lo más terrible es que Dios y el Diablo son la misma “persona”. Hay un Dios delirante e incoherente, que luego se transforma en el Diablo que se analiza con el propio Dios porque lo superan sus conflictos personales.

Sin embargo, la vida terrenal no es mejor. Cuando el protagonista logra “bajar” para cumplir su misión, se encuentra con una Asociación Lícita Terrestre de Exterminadores de Ratas –más precisamente de ratas con alas, que es como se los llama a los ángeles–. Se contacta también con otros ángeles caídos por diferentes circunstancias, lo que no hace más que demostrar que del infierno es imposible escaparse.

Volviendo a la teoría de Bajtin, este destaca el valor de la risa como aquello que define el mundo carnavalesco: “La verdadera risa, ambivalente y universal, no excluye lo serio, sino que lo purifica y lo completa. Lo purifica de dogmatismo, de unilateralidad, de esclerosis, de fanatismo y espíritu categórico, del miedo y la intimidación, del didactismo, de la ingenuidad y de las ilusiones, de la nefasta fijación a un único nivel, y del agotamiento”.

Toda la novela de Bazterrica explora las diferentes formas del humor pasando por el cinismo y la ironía.

Abundan en el texto los ejemplos de pasajes humorísticos que despiertan la risa del lector, pero no simplemente una carcajada, sino la risa que mueve a la reflexión o la risa que, en el fondo, deja cierto sabor amargo. Basten algunos ejemplos. Cuando el narrador describe a la Niña Santa de una forma totalmente poética, como salida de una estampita o de una pintura religiosa,  termina diciendo que es “un vómito sagrado”.

El diablo define su maldad en estos términos “Envié a dos acólitos del mal a la Tierra para que sembraran la depravación y la desidia. Sus nombres mortales son Paris Hilton y Mirtha Legrand. Además, mi mayor logro vil fue impulsar la carrera de Arjona”; unos diablos menores confiesan no haber leído ciertos libros con los que deberían haber estudiado: El Anticristo, Las flores de mal, El paraíso perdido, Fausto y Respiración artificial. El crítico, entonces, acota que este último libro “fue pensado para torturarlos”; los ángeles, además, asisten a cursos que se dictan en el cielo, pero que resultan ridículos y poco comprensibles.

Dentro de las situaciones humorísticas, la ironía de la que hablamos se transforma en el vehículo fundamental de lo carnavalesco porque nos pone frente a la dualidad sentido literal/sentido profundo, enfatiza la idea del mundo al revés y nos obliga a interpretar el texto. Recordemos que no hay ironía sin un lector competente que la decodifique.

Relacionado con este juego de significados, la novela también trabaja con la polifonía en más de una oportunidad. El hecho de que el protagonista sea un crítico de arte posibilita numerosas referencias a la pintura o a la música, pero también a la literatura. A veces las referencias son claras: el protagonista recuerda un poema de Oliverio Girondo, “Responso en blanco vivo”; o un fragmento de la Divina Comedia de Dante Alighieri. En forma constante hay una intertextualidad con la Biblia, aunque siempre siguiendo la línea paródica.

Es muy cómica la parte en que el crítico deviene en el Antiniña, lo que genera una interesante intertextualidad con “El Apocalipsis” del Nuevo Testamento. Otras referencias son más sutiles: la mención de la condesa Bathory –la sádica condesa sangrienta–; la comparación de Dionisio, el ángel obeso, con un Gregorio Samsa aburguesado; la mención de Ana Ivanovna –la temida emperatriz de Rusia–;  la alusión al Principito: “Hay un planeta con un niño, tres volcanes y una rosa”. Hay otras tantas, y queda para el lector develarlas y encontrar cómo funcionan dentro del texto. Sin embargo, como aclara la misma autora en una entrevista, estas referencias no entorpecen la lectura en ningún momento.

En síntesis, ¿por qué leer Matar a la Niña? Por varias razones. En primer lugar, es una novela que se disfruta, que divierte, pero que obliga a un trabajo constante de nuestra parte. El lector es una pieza clave para que realmente este mundo al revés se configure como una crítica de ciertos valores o estereotipos que muchas veces aceptamos sin reflexionar. En segundo lugar, la novela recuerda bastante a Alicia en el País de las Maravillas por ese pasaje de un mundo a otro, por los diálogos que el protagonista tiene con  Dios, con el Diablo o con otros ángeles, y que recuerdan a los de Alicia con el Sombrerero o con el Gato de Chesire, extravagantes, irónicos, graciosos, inquietantes. Por último, por si no alcanzara lo anterior, Agustina Bazterrica se instala como una narradora eficaz, que se nota que sabe lo que hace y que nos deja con las ganas de leer más.

 http://www.leedor.com/

ENTREVISTA A AGUSTINA MARÍA BAZTERRICA

Revista Siamesa

Agustina María Bazterrica es Licenciada en Artes y acaba de publicar su primera novela, la cual no podría haber sido posible sin su tortuosa experiencia infantil dentro de un colegio de monjas.

Revista Siamesa: ¿Cómo fue que estos personajes tan particulares empezaron a formarse en tu cabeza?

Agustina María Bazterrica: Comenzaron siendo protagonistas de un cuento que nunca escribí. Se trataba de un ángel guardián siniestro que asustaba a la niña que cuidaba. Me lo imaginé mirándola sin parar, una especie de Nosferatu de Murnau, pero con alas. Lo ubiqué en un cielo decadente, pero tenía que justificar la existencia de ese escenario. Entonces sucedió algo curioso. A partir de la construcción de ese cielo kafkiano, el ángel dejó de ser siniestro para convertirse en un espíritu que es obligado a simular ser un ángel. Está forzado a usar peluca, alas de plástico y a sonreír eternamente en su nube como en una estampita sagrada.

La existencia de ese cielo absurdo y su legitimación hizo surgir el personaje de la Niña Santa. Una niña que no para de rezar y mirar, y para la cual está construido ese paraíso nefasto. El protagonista se rebela contra ese cielo artificial y decide que va a bajar a la tierra y matar a la niña.

Queda claro que, al final, invertí los roles del cuento original: el ángel pasó a ser la víctima y la niña el personaje siniestro.

Revista Siamesa: ¿De qué manera comenzaste a bosquejarlos en el papel (o la Pc)?

Agustina María Bazterrica:  Usé ambos. En ese momento estaba estudiando en la UBA y pasaba muchas horas de mi vida arriba de colectivos. Por eso escribía en hojas sueltas o sobre apuntes y después iba pasando esos garabatos a la PC (muchos de ellos incomprensibles por las frenadas de los colectiveros). En una época tenía millones de borradores impresos con correcciones que fui tirando. Me llegó a impresionar la cantidad de versiones intervenidas por mis correcciones obsesivas. Hoy en día uso el celular para mandarme mails con notas.

Revista Siamesa: ¿Te costó encontrar editorial para publicarlo?

Agustina María Bazterrica: A la novela la tenía totalmente archivada. Estaba buscando una editorial para mi libro de cuentos, proceso que abandoné temporalmente porque surgió la posibilidad de publicar Matar a la Niña. Se dio gracias a un colega que iba a publicar su libro y me recomendó al editor. Lo llamé, le pasé la novela y me dijo que le interesaba. Así de simple.

Fue un proceso muy gratificante porque al ser una editorial independiente fue un trabajo en equipo, situación que no resulta habitual, ni fácil, pero genera mucha creatividad en las propuestas. Esta faceta positiva de lo casi artesanal se contrapone con la limitación de recursos de difusión y venta. La buena noticia es que se pueden balancear. También fue un colega el que me dio la clave “si vas a publicar con una editorial independiente contratá a gente de prensa que te ayude a difundir la obra”. Así lo hice, lo recomiendo.

Revista Siamesa: ¿Qué fue lo más gratificante de escribir tu primera novela?
 

Agustina María Bazterrica:  Me reí mucho, la disfruté y -al mismo tiempo- pude reflexionar con ironía y humor sobre mis obsesiones: aspectos que considero centrales en mi formación y en mis rechazos como los relatos sobre el cielo, el infierno, lo sagrado, lo bello, el valor de la inteligencia enciclopédica, en fin, los mandatos y dogmas con los que algunos de nosotros convivimos y de los que por años somos prisioneros en mayor o menor medida.

Revista Siamesa: ¿En qué momento decidiste que estaba lista para ser publicada?

Agustina María Bazterrica: Decidí publicarla porque sentía que no tenía escapatoria. Mirando mi producción literaria uno podría decir que no es excesivamente abundante. Sin falsa modestia y evaluando mi obra, pareciera que son más los premios que recibí que las obras que publiqué. Por eso me pareció imprescindible encarar con responsabilidad esto de dar a conocer lo que escribo. Es cierto que, por momentos, me resulta una tarea algo borrosa en cuanto a códigos, lenguajes y buenas prácticas. Son espacios que todavía, y en cierta manera, me resultan ajenos. Pero me dije: “si pude transitar tantos cielos agobiantes, ¿no podré explorar los derroteros de la praxis literaria?” Sorpresivamente, no hubo sufrimiento. Publicar resultó ser una fuente inagotable de oportunidades para sonreír y, a veces, para reírme de mí misma con grandes carcajadas. En última instancia, el humor (ya lo había sospechado) es un recurso estratégico.

Revista Siamesa: ¿Qué fue lo más difícil del proceso?

Agustina María Bazterrica: Desempolvarla. Sacarla de su limbo sin consecuencias. En otras palabras, terminarla y archivarla, y tener que, algunos años después, corregirla para su publicación. La novela me resultó completamente ajena, los gags ya no me causaban gracia y volver a ubicarme en la misma frecuencia me resultó difícil. Finalmente, fue un proceso muy efectivo porque al resultarme tan extraña, tomé distancia y el trabajo de corrección fue desapegado, muy preciso y creo que eso la mejoró sustancialmente.  

Revista Siamesa: ¿Te costó dejar de hablar con tus personajes todos los días con el punto final del libro o fue algo liberador?

Agustina María Bazterrica:  Recuerdo que el día en el que puse el punto final sentí una gran alegría, había logrado el objetivo. No sentí la pérdida de los personajes, ni pasé por una etapa de duelo, porque estaba estudiando y en seguida mi cerebro se llenó con la lectura de libros, clases y exámenes.

Revista Siamesa: ¿Qué otros escritores emergentes leés y recomendás?

Agustina María Bazterrica: Leo revistas donde publican escritores instalados y emergentes como Casquivana, La mujer de mi vida, Orsai, entre otras. También voy a ciclos de lecturas como los del Grupo Alejandría en Eterna Cadencia, donde invitan a leer a escritores consagrados junto con otros desconocidos. He conocido gente muy valiosa, que escribe muy bien.

Puedo recomendar obras que leí este año de autores argentinos jóvenes que publicaron hace poco como Monjas chinas, cuentos de Leonardo Novak; los libros de poemas Estado de Espesura, de Pamela Terlizzi Prina; Silencio en la nada luz, de Eugenio Polisky; y Para que nada sea, de Mariano Díaz Barbosa. A fin de año se publica la novela de Carlos Carioli Comés el pelo del perro que te mordió, que tuve la oportunidad de leer con anticipación, novela bizarra y alucinante si las hay.

Si bien en términos convencionales no entra en la categoría de una autora emergente, porque es bien conocida, recomiendo especialmente la lectura del ensayo La maldición de la literatura, de Liliana Díaz Mindurry.

Revista Siamesa: ¿Qué le dirías a un lector que está a punto de empezar Matar a la niña?

Agustina María Bazterrica: Que se prepare para un viaje alucinógeno. Es una novela diseñada para que el lector transite por distintos niveles. Elija aquellos que tenga ganas. En un plano, es probable que se ría. Algunos lo harán y mucho. En otro punto de la espiral, puede ser que reflexione sobre diversos tópicos. Además, tiene muchos guiños y referencias sobre arte, música, cultura. No entorpecen la lectura si uno no las conoce, pero si las capta, la hacen más rica. Generan ciertas complicidades. Se lee muy rápido, casi de un tirón… y ya hubo gente que me pidió la ¡segunda parte!

http://www.revistasiamesa.com.ar

 
Fotografías:
Cortesía: Agustina María Bazterrica y Gabriela Urruti.

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  • homeLa autora Dorys Rueda, 13 de Febrero del 2013.
  • mailelmundodelareflexion@gmail.com
  • mapOtavalo, Ecuador, 1961.

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